Gonzalo Alarcón I. - Cultura y Deporte, Derecho y Economía
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La inteligencia artificial y cómo lidiar con ella. Una recomendación de Garry Kasparov.

6/4/2017

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La dignidad humana como medio y fin del ejercicio profesional, artículo presentado en el Congreso Nacional de Abogados de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados, S.C., en Puebla, Pue., Nov. 2014

4/22/2015

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La dignidad humana como medio y fin del ejercicio profesional
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Reflexiones en torno a los Mandamientos del Abogado de Eduardo J. Couture: TERCER MANDAMIENTO: TRABAJA

10/26/2014

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Reflexiones en torno a los Mandamientos del Abogado de Eduardo J. Couture

Gonzalo Alarcón I.


               Tercer Mandamiento: Trabaja

“La abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la justicia.”

Una de las virtudes más relevantes del ejercicio profesional es la de trabajar.  Muchas cosas se han logrado con el tesón: labor omnia vincit improbus (el trabajo ímprobo todo lo conquista).  Esa debería ser la mística de trabajo de todo abogado.

Abraham Lincoln, uno de los grandes abogados estadounidenses, en sus “Notes for a Lecutre on Law”[1] recomendaba que la regla fundamental para cualquier profesión era la diligencia.  En las palabras de Lincoln la diligencia incluí consistía en “trabajo, trabajo, trabajo, eso es lo más importante” y otros puntos como “no dejar nada para mañana de lo que se pueda concluir hoy” y “nunca dejar que se retrase la correspondencia”.

Es así que la diligencia es una de las claves fundamentales del ejercicio profesional.  No en vano el artículo 1º del Código de Ética de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados, A.C. estipula que es la esencia del deber profesional “defender diligentemente” los derechos de su cliente. 

La diligencia es una virtud, una actitud, una resolución personal que como calidad de la conducta y deber ético aplicamos a nuestro quehacer ordinario.

No se puede ser “medio” diligente.  En asuntos legales o se es diligente o se cae en negligencia; simplemente la ausencia de diligencia es negligencia. Muchas veces la vida del cliente va de por medio. 

La diligencia es el preámbulo pero también el corolario de un trabajo bien hecho.

El trabajo puede hacernos llegar muy lejos.  Entre el talante y el talento, prefiero el primero.   Como diría Ángel Ossorio en El Alma de la Toga: “la inteligencia es insustituible, pero más aún son la conciencia y el carácter”.

La profesión jurídica es claramente una profesión de resultados.  Rara vez importará el esfuerzo; lo que nos calificará el cliente será los resultados obtenidos, los problemas resueltos, los casos ganados.

El trabajo requiere voluntad, disciplina y orden. 

La voluntad es siempre interior.  No nace por generación espontanea, no es obra de una musa.  Depende de nuestra fuerza interior y de nuestro carácter. 

La disciplina es una actitud de vida que nos lleva a cumplir nuestras objetivos llevándonos por el camino trazado.  Todo caso, todo asunto, todo problema que requiera una solución, debe enfrentarse a un método de respuesta, a una estrategia de solución. 

El orden es fundamental.  Nos ayuda a hacer más eficientemente las tareas; como dice el viejo proverbio latino: conversa el orden y el orden te conservará a ti (serva ordinem et ordo te servabit).

El Asunto de la Vida: Debemos de trabajar para todos nuestros asuntos. 

De los cien asuntos que nos tocarán ver, solamente uno o dos serán de trascendencia jurídica, pero no por eso debemos desdeñar los asuntos menores.  

Debemos evitar la tentación de la mediocridad.  Todo trabajo es digno de ser un trabajo bien acabado con amor y con servicio a nuestro cliente, sin chapuzas. 

Por último quisiera cerrar estas ideas volviendo a citar al jurista Ángel Ossorio: “En fin, todas las reglas del trabajo pueden reducirse a ésta: hay que trabajar con gusto. Logrando acertar con la vocación y viendo en el trabajo no sólo un modo de ganarse la vida, sino la válvula para la expansión de los anhelos espirituales, el trabajo es liberación, exaltación, engrandecimiento. De otro modo es insoportable esclavitud”.

[1] Escritas alrededor de 1850.



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Reflexiones en torno a los Mandamientos del Abogado de Eduardo J. Couture / Segundo Mandamiento: PIENSA

10/19/2014

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I.               Segundo Mandamiento: Piensa.  

“El derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando.”

Algunas frases que indican la postura de esta reflexión: decía Aristóteles que “la teoría suprema es la práctica”; Edward Poll un abogado consultor de negocios para despachos de abogados decía igualmente que “It is not the knowing but the doing” y finalmente hay un refrán anónimo que nos recuerda “De nada sirve saber, si no te va a servir para servir a los demás”.

La profesión del abogado se ejerce pensando.  Ejercer es “practicar” los actos propios de un arte, oficio o profesión.  Por eso no se puede decir que es abogado pero “no ejerce”.  También ejercer es poner en práctica formas de comportamiento atribuidas a una determinada condición.  El idioma inglés es tal vez mucho más claro en este sentido, se dice que los abogados “practican” su profesión.

Pensamos para resolver problemas.  Son los clientes o los tribunales quienes nos plantearán los problemas que deberemos resolver.

La solución de los problemas jurídicos tiene dos aspectos: el teórico (el “estudio” que analizamos en el escrito anterior) y el práctico: piensa.


Como abogados estamos sujetos a dar resultados, a resolver problemas y a responder a nuestros clientes.

 La única forma en que el abogado pueda considerar aceptable su trabajo es resolviendo los problemas (suena a Perogrullo) pero nuevamente vemos que el tiempo del verbo es gerundio, solamente podemos resolver los problemas resolviéndolos.

 Para ello tenemos que conformar nuestro pensamiento a los estrictos cánones del pensamiento jurídico eficaz.
 
Nuestro razonamiento jurídico debe estar guiado por un propósito claro, ya lo dijimos, la solución de problemas.  Hay un lema latino que estipula: In omnibus respice finem (en todo, debes mirar siempre al fin).
 
¿Cómo se resuelven los problemas?  Pensar en Pensar

En primer lugar definiendo claramente cuál es el problema.  “How you see the problem, determines how you will solve it”.


Los problemas se presentan en conjunto y la forma más fácil de afrontarlos es haciéndolos pequeños. 


Discernir que es sinónimo de pensar quiere decir etimológicamente “cortar”, “separar”, “discriminar”, “distinguir” (y que curiosamente tiene la misma raíz que “juzgar” y que “crisis”).  Solamente separando lo esencial de lo accidental, los elementos importantes de los no importantes, etc. podemos acercarnos a una solución.  

Para ello es indispensable que hagamos uso de una virtud cardinal que ha sido llamada la madre de todas las virtudes cardinales, la PRUDENCIA, que señala en cada ocasión los medios más adecuados (buenos) y lícitos para cumplir nuestro fin.  La prudencia representa la recta ratio agibilium (el justo criterio de la conducta).

Segundo, con el uso de las leyes de la razón: aplicando la lógica.

Las principales formas de la lógica son la “inducción” y la “deducción”.  Estas son dos formas para “enmarcar” los problemas para darles solución.

El empleo de los silogismos, la definición, la clasificación y las demás “leyes” de la lógica es fundamental para evitar las falacias.  No es este el lugar para repasar los fundamentos de la lógica, pero sí es algo que debemos hacer constantemente.

Tercero, usando el instinto o hábito que nos brinda la experiencia.  El derecho no es lógica pura, es inteligencia, intuición, sensibilidad y acción; no se trata de “inventar el hilo negro” o “descubrir el agua caliente”.  Tenemos experiencias que deben ser capitalizadas a través de nuestros “tesoros”, del consejo de un abogado que haya pasado por una situación similar, etc. La intuición que ilumina nuestra experiencia, si está respaldada por una lógica sana, es una buena amiga.

Otros aspectos de la práctica profesional

El éxito de la práctica profesional está también en otros aspectos de la potencia intelectual del hombre: poder ser buenos consejeros.  Aconsejar bien a nuestros clientes.  A eso debemos aspirar a ser “consilieris” de nuestros clientes.

¿Cómo?

El arte de dar buen consejo no se enseña normalmente en la escuela.  Es algo que se va adquiriendo con la práctica.  Normalmente el bueno consejo tiene un alto contenido de negocios y no jurídico. Esto no quiere decir que debamos nosotros en convertirnos en consejeros de negocios, pero sí participar en su determinación. 

El consejo va encaminado otra vez a la toma de decisiones y resolución de problemas.

¿Cuáles serían las cualidades de un buen “consejero” jurídico?

Ser un buen estratega y además táctico. Un buen negociador, conciliador, un abogado creativo que tiene como meta el “cómo sí” y no el “cómo no”.  Debemos ser “hacedores” y no “destructores”.  Agregamos valor a las transacciones.

Saber usar correctamente la información con la que disponemos.  No necesariamente siempre vamos a tener todos los elementos, tenemos que saber trabajar con lo que dispongamos con mucha prudencia y diligencia.  Nunca “disparar desde la cintura”. Hay que analizar la información y revisarla, nunca presuponer ni asumir.  Decía J.P. Morgan en relación con el manejo de la información que “si tienes que preguntarle al vendedor el precio del yate, no tienes ningún futuro en el negocio de los yates”.

Escribiendo con corrección.  Con las 3 “Es” del éxito de un escrito:

Estrategia: ¿qué quiero ganar, a quién va dirigido, qué busco?  Decía el abogado Sperl: “La demanda es el proyecto de sentencia que quisiera el actor” o lo que es lo mismo “en el pedir está el otorgar”.

Estructura: usando correctamente los silogismos y las “leyes” de la lógica, identificando los puntos clave y dándoles su correspondiente jerarquía.  Ordenando nuestras palabras y letras como soldados preparados para la batalla.  Nuestro lenguaje es nuestro ejército.  De cómo preparemos al ejército depende de cómo nos irá en la batalla. 

Estilo: con elegancia, usando oraciones cortas, párrafos bien estructurados.  Concreto, sencillo y sincero. Los escritos se redactan de manera que se diga todo lo que se desea comunicar: con claridad, para que no se pueda entender otra cosa; con brevedad, sin circunloquios; con orden, numerando, si es preciso, las distintas materias; con caridad, para que ‑si se refiere directa o indirectamente a alguna o algunas personas‑ los pudieran leer los interesados con alegría y agradecimiento; con objetividad, sin dejarse llevar por prejuicios.

Conclusión

Recordemos que como abogados no operamos en el vacío. Nadie esta subsidiando nuestro compromiso con la justicia y la verdad.  Nos contratan para representar los intereses de nuestros clientes, pero siempre, siempre, siempre, sobre el presupuesto de nuestros principios y comportamiento ético.  No somos “asesinos a sueldo”.  Hagamos uso de nuestro “buen jucio”.
***
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Reflexiones en torno a los Mandamientos del Abogado de Eduardo J. Couture

10/12/2014

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Son mandamientos, no solo sugerencias.  Son mandatos categóricos; seguirlos nos hará necesariamente mejores profesionistas.  Son normas técnicas y morales que nos llevarán a practicar la abogacía en cumplimiento de nuestra misión: servir a nuestros clientes.

 Como ética, la abogacía es un ejercicio constante de la virtud y la virtud por definición es un hábito bueno.  Como acción, la abogacía es un constante servicio a los valores superiores que rigen la conducta humana.
            
I.               Primer Mandamiento: Estudia.

“El derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos serás cada día un poco menos abogado.”

Estudio: esfuerzo que pone el entendimiento aplicándose a conocer algo.  Trabajo empleado en aprender y cultivar una ciencia o arte.  Darwin E. Smith, Director General de Kimberly Clark Compay, por más de 20 años y quien fuera originalmente su director jurídico, comentaba constantemente a sus subordinados: “I never stopped trying to become qualified for the job”. 

El estudio nos lleva a la educación de nuestra inteligencia: Educar etimológicamente es “sacar de adentro”. 

Debemos buscar una sólida formación profesional y humana, hecha con un enorme amor a nuestra profesión pero sobre todo a nuestros clientes.

Estudiar es también y principalmente, el arte de “saber saber”.  Ningún abogado puede presumir el conocer todas las disposiciones, pero sí debe abrigar la seguridad de tener la capacidad de saber buscar dónde puede encontrar la solución de un asunto.  Decía el famoso abogado norteamericano Roscoe Pound:  “Ni en el campo más estrecho puede una persona aproximarse al dominio de todos los detalles de una ciencia.  Lo que sí puede es alcanzar el saber que le permita asir estos detalles en el momento y lugar en que los necesite y sacar partido de ellos.  Sin esto, el estudio de las materias de la actualidad, simplemente como otras tantas divisiones acotadas de la ciencia, resulta fútil”.


También en cumplimiento a este mandamiento, debemos convertirnos en “cazadores de leyes”.  Buscar la actualidad, las últimas disposiciones legales, jurisprudenciales y doctrinales.

El estudio implica sacrificio, de gustos, pero principalmente de tiempo, es elegir:  como dice la Biblia, la falta de tiempo nos lleva a “levantar muros con una mano y con la otra empuñar la espada para defendernos”.  Estudiar y trabajar,  esa es la rutina del abogado.  El estudio como cualquier otro verbo solo existe en un tiempo: en el gerundio.  Se estudia estudiando.
 
            Algunos puntos prácticos: 

Somos los protagonistas de nuestra propia formación.  Depende de nosotros. 

Somos los primeros interesados, pero sobre todo los primeros responsables de nuestra formación.  Debemos estudiar para FORMARNOS como abogados (en el sentido literal de la palabra).  Tener la “forma” de un abogado, en nuestro pensamiento, actitudes, valores, etc.

Formar es educarnos – ex ducere – sacar de adentro.  Solamente nosotros podemos sacar de adentro nuestros valores y virtudes.  Nadie puede hacerlo por nosotros.

Por eso la formación depende primero de la autoconvicción.  Debemos querer formarnos.  Para querer formarnos tenemos que conocernos y esto nos lleva a la autoconvicción y la famosa tríada de los griegos: conócete, acéptate, SUPÉRATE.

La formación es en resumen TRANSFORMACIÓN.


¿Cómo y por dónde?  


Debe ser integral, armónica y jerarquizada, comprendiendo todos los componentes de nuestra persona en sintonía con lo que QUEREMOS y DEBEMOS ser.

Formación humana y profesional.

Formación de la inteligencia: conforme a las leyes de la lógica.  Saber analizar, sintetizar, relacionar, juzgar, etc.

Formación de la voluntad: forjando nuestra disciplina, renunciando.

Formación de la memoria: esto requiere mucho trabajo.

Formación profesional:  con mucha lectura. Parafraseando a Luis Vives: “Hay que pensar como siete, leer como seis, estudiar como cinco, entender como cuatro, redactar como tres, corregir como dos y publicar como uno”. 


Buscando ser iurisprudentes: que nos lleve a ser especialistas en discernir lo justo de lo injusto.

 Buscando todos los aspectos del Derecho: como ciencia, como filosofía, como arte y como técnica.

 El aprendizaje del derecho se hace a través de varias ramas: derecho público y derecho privado.  Ambas son importantes y son la columna vertebral de todo el derecho.  Pero como especies que son de un género, en ellas encontramos que en parte se usan y manejan los mismos conceptos y los mismos principios. Así el derecho nos va a presentar dos órdenes de conceptos, unos generales o fundamentales (persona, acto jurídico, legalidad, obligación, etc.) y otros especiales (comerciante, acto administrativo, juicio de amparo, etc.).  Nuestro estudio debe abarcar ambos órdenes el general y el especial.  El derecho como un todo y con sus ramas y lo que beneficie a mi cliente para el caso o casos particulares que estamos analizando.

 Con un plan de formación profesional revisable periódicamente y con un método, horario fijo y un seguimiento puntual y disciplinado.

Formación permanente: de aquí hasta que dejemos de ser abogados.

Por último solo aclarar que el estudio y la formación profesional no son un fin, solo un medio para servir mejor a nuestros clientes.  No se estudia solo por estudiar, sino para HACER más por nuestros clientes para poder SER mejores abogados, para SER PROFESIONALES.
***

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El nuevo aeropuerto de la Cd. de México. Una oportunidad para las asociaciones público - privadas

9/4/2014

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El anuncio de la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México podría ser una de las grandes oportunidades para probar la Ley de Asociacones Público Privadas.

Una de las funciones más importantes del gobierno, además de asegurar el Estado de derecho, es la de proveer a la población de servicios públicos.

El servicio público de transporte aéreo es uno de los más importantes hoy en día.  Si bien es cierto que no representa una parte importante del transporte total de un país, pues la mayor parte se mueve por tierra (carreteras y trenes) y agua, el transporte por avión lleva a un acercamiento al mundo y a la globalización en forma mucho más eficiente que cualquier otro tipo de transporte.

El anuncio de la construcción del nuevo aeropuerto internacional en la Ciudad de México, es ciertamente uno de los grandes hitos de este gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. El actual aeropuerto Benito Juárez ha sido superado por mucho por las necesidades actuales.  Desde el 2001 se ha tenido la expectativa de contar con un aeropuerto más moderno y más grande.

Hoy por hoy, los mecanismos de financiamiento y de participación del sector público en la prestación de servicios públicos está a nivel de las naciones más modernas

Todavía no se ha determinado si habrá participación privada, desde la perspectiva de una alianza público – privada, en el financiamiento, construcción y operación de este nuevo aeropuerto capitalino.

Aunque no hay un consenso universal en lo que debe entenderse por “asociación público – privada” (o APP), ya que éstas pueden adquirir una gran gama de formas y grados de “descentralización” gubernamental, lo cierto es que representan una alternativa del sector público para involucrara a la iniciativa privada en la prestación de servicios públicos logrando un equilibrio en los riesgos y el financiamiento de infraestructura pública que benefician tanto al gobierno, como al sector privado involucrado en beneficio de la población receptora y usuaria de los servicios públicos.

Aeropuertos tan importantes como el JFK de Nueva York han utilizado esta forma de financiamiento, ojalá que el gobierno federal no descarte la posibilidad de utilizar APPs en la construcción y operación del nuevo aeropuerto; eso será seguramente la prueba de fuego de la Ley de Asociaciones Público Privadas (aquí).
  


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    Católico, padre de familia (cuatro hijos y un nieto), abogado, profesor de derecho mercantil, títulos de crédito y obligaciones, amante de correr y de una discusión filosófica con buen vino.

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