Reflexiones en torno a los Mandamientos del Abogado de Eduardo J. Couture
Gonzalo Alarcón I.
Tercer Mandamiento: Trabaja
“La abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la justicia.”
Una de las virtudes más relevantes del ejercicio profesional es la de trabajar. Muchas cosas se han logrado con el tesón: labor omnia vincit improbus (el trabajo ímprobo todo lo conquista). Esa debería ser la mística de trabajo de todo abogado.
Abraham Lincoln, uno de los grandes abogados estadounidenses, en sus “Notes for a Lecutre on Law”[1] recomendaba que la regla fundamental para cualquier profesión era la diligencia. En las palabras de Lincoln la diligencia incluí consistía en “trabajo, trabajo, trabajo, eso es lo más importante” y otros puntos como “no dejar nada para mañana de lo que se pueda concluir hoy” y “nunca dejar que se retrase la correspondencia”.
Es así que la diligencia es una de las claves fundamentales del ejercicio profesional. No en vano el artículo 1º del Código de Ética de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados, A.C. estipula que es la esencia del deber profesional “defender diligentemente” los derechos de su cliente.
La diligencia es una virtud, una actitud, una resolución personal que como calidad de la conducta y deber ético aplicamos a nuestro quehacer ordinario.
No se puede ser “medio” diligente. En asuntos legales o se es diligente o se cae en negligencia; simplemente la ausencia de diligencia es negligencia. Muchas veces la vida del cliente va de por medio.
La diligencia es el preámbulo pero también el corolario de un trabajo bien hecho.
El trabajo puede hacernos llegar muy lejos. Entre el talante y el talento, prefiero el primero. Como diría Ángel Ossorio en El Alma de la Toga: “la inteligencia es insustituible, pero más aún son la conciencia y el carácter”.
La profesión jurídica es claramente una profesión de resultados. Rara vez importará el esfuerzo; lo que nos calificará el cliente será los resultados obtenidos, los problemas resueltos, los casos ganados.
El trabajo requiere voluntad, disciplina y orden.
La voluntad es siempre interior. No nace por generación espontanea, no es obra de una musa. Depende de nuestra fuerza interior y de nuestro carácter.
La disciplina es una actitud de vida que nos lleva a cumplir nuestras objetivos llevándonos por el camino trazado. Todo caso, todo asunto, todo problema que requiera una solución, debe enfrentarse a un método de respuesta, a una estrategia de solución.
El orden es fundamental. Nos ayuda a hacer más eficientemente las tareas; como dice el viejo proverbio latino: conversa el orden y el orden te conservará a ti (serva ordinem et ordo te servabit).
El Asunto de la Vida: Debemos de trabajar para todos nuestros asuntos.
De los cien asuntos que nos tocarán ver, solamente uno o dos serán de trascendencia jurídica, pero no por eso debemos desdeñar los asuntos menores.
Debemos evitar la tentación de la mediocridad. Todo trabajo es digno de ser un trabajo bien acabado con amor y con servicio a nuestro cliente, sin chapuzas.
Por último quisiera cerrar estas ideas volviendo a citar al jurista Ángel Ossorio: “En fin, todas las reglas del trabajo pueden reducirse a ésta: hay que trabajar con gusto. Logrando acertar con la vocación y viendo en el trabajo no sólo un modo de ganarse la vida, sino la válvula para la expansión de los anhelos espirituales, el trabajo es liberación, exaltación, engrandecimiento. De otro modo es insoportable esclavitud”.
[1] Escritas alrededor de 1850.
Gonzalo Alarcón I.
Tercer Mandamiento: Trabaja
“La abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la justicia.”
Una de las virtudes más relevantes del ejercicio profesional es la de trabajar. Muchas cosas se han logrado con el tesón: labor omnia vincit improbus (el trabajo ímprobo todo lo conquista). Esa debería ser la mística de trabajo de todo abogado.
Abraham Lincoln, uno de los grandes abogados estadounidenses, en sus “Notes for a Lecutre on Law”[1] recomendaba que la regla fundamental para cualquier profesión era la diligencia. En las palabras de Lincoln la diligencia incluí consistía en “trabajo, trabajo, trabajo, eso es lo más importante” y otros puntos como “no dejar nada para mañana de lo que se pueda concluir hoy” y “nunca dejar que se retrase la correspondencia”.
Es así que la diligencia es una de las claves fundamentales del ejercicio profesional. No en vano el artículo 1º del Código de Ética de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados, A.C. estipula que es la esencia del deber profesional “defender diligentemente” los derechos de su cliente.
La diligencia es una virtud, una actitud, una resolución personal que como calidad de la conducta y deber ético aplicamos a nuestro quehacer ordinario.
No se puede ser “medio” diligente. En asuntos legales o se es diligente o se cae en negligencia; simplemente la ausencia de diligencia es negligencia. Muchas veces la vida del cliente va de por medio.
La diligencia es el preámbulo pero también el corolario de un trabajo bien hecho.
El trabajo puede hacernos llegar muy lejos. Entre el talante y el talento, prefiero el primero. Como diría Ángel Ossorio en El Alma de la Toga: “la inteligencia es insustituible, pero más aún son la conciencia y el carácter”.
La profesión jurídica es claramente una profesión de resultados. Rara vez importará el esfuerzo; lo que nos calificará el cliente será los resultados obtenidos, los problemas resueltos, los casos ganados.
El trabajo requiere voluntad, disciplina y orden.
La voluntad es siempre interior. No nace por generación espontanea, no es obra de una musa. Depende de nuestra fuerza interior y de nuestro carácter.
La disciplina es una actitud de vida que nos lleva a cumplir nuestras objetivos llevándonos por el camino trazado. Todo caso, todo asunto, todo problema que requiera una solución, debe enfrentarse a un método de respuesta, a una estrategia de solución.
El orden es fundamental. Nos ayuda a hacer más eficientemente las tareas; como dice el viejo proverbio latino: conversa el orden y el orden te conservará a ti (serva ordinem et ordo te servabit).
El Asunto de la Vida: Debemos de trabajar para todos nuestros asuntos.
De los cien asuntos que nos tocarán ver, solamente uno o dos serán de trascendencia jurídica, pero no por eso debemos desdeñar los asuntos menores.
Debemos evitar la tentación de la mediocridad. Todo trabajo es digno de ser un trabajo bien acabado con amor y con servicio a nuestro cliente, sin chapuzas.
Por último quisiera cerrar estas ideas volviendo a citar al jurista Ángel Ossorio: “En fin, todas las reglas del trabajo pueden reducirse a ésta: hay que trabajar con gusto. Logrando acertar con la vocación y viendo en el trabajo no sólo un modo de ganarse la vida, sino la válvula para la expansión de los anhelos espirituales, el trabajo es liberación, exaltación, engrandecimiento. De otro modo es insoportable esclavitud”.
[1] Escritas alrededor de 1850.